No querida, no amada, no deseada, no mirada mitad:
Puedes considerar esto
una queja o reclamación con pinceladas de carta de amor a ti misma, pero
sobretodo se trata de una bomba de
expresión que no tiene otra forma de explotar que no sea en papel.
Enterremos la modestia
igual de enterrada que me tienes tu a mi: en la más profunda y absoluta
oscuridad de la nada, ya que tanto tu como yo sabemos que soy muchísimo más que
el término “mitad”. En esta lucha entre lo correcto y lo puro podría matarte a base de oleadas de
sentimientos, pero has aprendido demasiado bien a hacer de jefa y aunque seas
una mínima parte del todo que formamos, tu liderazgo te ha dado la fuerza
suficiente como para esconderme durante todo este tiempo.
Ya no aguanto más. Estoy
harta de esta casi muerte a la que me estás sometiendo, ya que solo vivo en
forma de palabras, de canciones o a veces, cuando mi ser toma la iniciativa, en
forma de lágrimas. En esos momentos de vulnerabilidad sí que me atiendes y me
dejas vivir, respirar el exterior en el que merezco estar de vez en cuando,
pero qué rápido te vuelves a imponer… Y por eso, estoy empezando a odiarte.
Yo, esa mitad
expresiva, artística, capaz de llevar cualquier sentimiento más
allá de su límite, está dejando crecer aquel que nunca debe florecer en el
interior de una misma: ese odio que se expande e inunda la mente en cada
momento de ahogo y soledad. Pero no dejaré que nos domine, no dejaré que ese
sea el único lazo que nos una, porque hace mucho tiempo nació lo que sería una
heroína para ti: la empatía. Si no fuese por ella, yo me hubiese dado por
vencida y habría acabado optando por el suicidio. ¿Podrías haber llevado tu
misma todo este ser prácticamente vacío una vez que yo no estuviera?
No, por
supuesto que no.
Pero, a veces, te
entiendo. Mi no querida, no amada, no mirada mitad, te entiendo. Eres el
reflejo de la complicidad que tenemos la cual, desgraciadamente, ha sido creada
por la soledad que ambas sentimos. Sabes que me necesitas. Además, leo en tus acciones que no niegas este hecho.
Lo veo en cada mirada de reojo, cada búsqueda de atención. Entonces, cuando pienso
en esto, te quiero. Y te podría querer aún más si me dejases salir de esta
jaula de mentiras, ¿no te das cuenta de que podríamos amarnos las dos? Y
entonces el ser al que cuidamos sentiría lo que nadie más ha sentido por ella.
Por favor léeme, piensa y
te darás cuenta de que hago mucha más falta que toda esa firmeza y falso valor
que nos aportas. Te amo. De muchas formas: como chispa, como fuego, como lluvia
constante, como suspiros o como voces mudas, pero te amo.
Y, aunque pocas veces lo
demuestres, sé que me amas y por eso me cuidas. No quieres mi dolor, mi ruptura
o mi sufrimiento, pero de esta forma lo único que consigues es llevarme a la
inexistencia.
Libérame, amémonos y
dejemos que fluya.
Desde el cariño y con
intensidad:
La otra mitad.